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Anteriormente yo creía que los blancos que había en mi país
eran algo así como dioses. También pensé que éramos muy pobres y nos escaseaba
la comida, porque no éramos como ellos, merecedores y capaces de ganárnosla,
con mucho trabajo. Hasta ese momento yo sentía que había vivido mis cortos años
de una u otra manera porque era lo que correspondía. En las escuelas para negros
de aquellas épocas no creáis ustedes que nos enseñaban demasiado, un poco de
lectura y escritura, cuentas básicas, lo justo para diferenciarnos de los
animales y poder ser sus sirvientes sin crear muchos problemas. Pero creo yo,
que no contaron con que cada mente o cada niño que aprendía a leer, era un
pensador andante al futuro, y no, ellos los blanquitos no lo vieron así.
Despreciaban nuestra cultura y nos veían como un raro espécimen quizá similar
al eslabón perdido, sin pensar en cuantos eslabones hicieron falta para blanquear nuestra piel y nuestro
ojos, hasta llevarlos a esa tez blanquísima y pálida, y a esos ojos azules que
forzosamente ellos, debían cubrir con gafas o velos.
En fin, el apartheid, en su mas amplio sentido, no nos permitía
estudios especiales y muchos menos universitarios, pero no nos hacia falta,
ellos nos habían dado la llave, la llave de la libertad.
Al saber leer empezamos a leer todo lo que caía en nuestras
manos, así nos enteramos que alemanes, franceses, ingleses, belgas, portugueses
y aún españoles habían pasado por nuestra tierra desbastándola y tomando de
ella lo que deseaban, esclavizando a mis hermanos en los peores trabajos, para
llevarse, oro, esmeraldas, diamantes,
animales únicos de nuestras tierras y en alguna época a nosotros mismos como
animales en las bodegas de los barcos para vendernos como esclavos. Aquellas
historias alguna vez se habían conocido en las tradiciones orales, pero claro
yo por mi juventud no las recordaba y no dejaba de pensar que era improbable
que esto hubiera sucedido. Pero el acceso a la lectura me permitió conocer todo
los recovecos de la historia y me hizo sentir indignado hacia los blancos, un
día cualquiera empecé a revelarme acompañado de otros estudiantes o
trabajadores o idealistas que como yo y habiendo aprendido a leer en algún momento
de nuestras vidas, ya habíamos percibido que la tierra era nuestra, las
costumbres debían ser las nuestras y no la que estos blancos querían
imponernos. Pero no era tan fácil soltarnos de su yugo, ni era fácil pasar de
los colaboracionistas que siendo como nosotros y habiendo crecidos sojuzgados
por el blanco, los ayudaban a concretar sus crímenes.
Pertenecemos a un continente tribal, que no se desarrollo
como otros en la superación en etapas de su pueblo, ya que cuando llego ese
momento, ya alguien se había dado cuenta de nuestras valiosas entrañas. Ellos,
no vinieron a negociar, la manera de explotar nuestras riquezas, en nuestro
beneficio y el de ellos, como creemos que harían en países mas iguales a ellos,
ellos solamente vinieron a robarnos. Nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestras riquezas y nuestro futuro. Y así,
lograron que pasasen siglos en que hemos sido unos animales mas de nuestras
selvas y desiertos, sin mas derecho que el de comer poco, descansar menos y
reproducirnos mucho, para que no les faltase mano de obra barata. También nos
visitaron los vendedores de fe, los que intentaron y lograron cambiar en muchos
casos nuestras creencias y por ende, parte de nuestra cultura. En algún lugar
enterrados y excluidos quedaron nuestros dioses, a los que el curandero y el
brujo sabían como conformar, para acallar sus malestares. El sol, la fuerza del
viento y las tormentas y tantos aquellos como tribus poblamos esta África
sobrenatural. Esos dioses que en más de un caso ponían a la mujer en un
pedestal y le daban su estatus de diosas, en contrapostura con lo que ahora nos
vendían como la verdad.
Hoy la Europa moderna y el Asia desarrollada, claman por los
excesos de emigrantes de África en sus países, quieren que volvamos a los
rescoldos de nuestra tierra, quieren seguir explotando suelo y personas, no
quieren que frecuentemos sus sociedades, ni sus colegios, ni sus templos, hoy
tienen miedo, tienen miedo a nuestra violencia ante la injusticia, a la
violencia que exudamos aún en paz, a la violencia que mamamos y no podemos ni aun
queriendo desterrar con facilidad. Hoy nos miran de reojo cuando pasamos a su
lado, nos creen a todos delincuentes, a todos analfabetos, a todos demonios andantes
de su propio pasado. Y yo quise sentarme en medio de la Gran Vía a contarles
esta historia no por el puñado de monedas que puedo tener a fin del día, sino
para que vosotros todos cultos y entendidos conozcan la verdadera historia, no
somos delincuentes, ellos , vuestros antepasados lo han sido, y aún hoy esos
canallas duermen en paz.
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