martes, 8 de mayo de 2012

El Libro

No sé desde que épocas estaba él en nuestra casa. Mi padre no permitía que los niños lo cogiéramos, ni siquiera cuando fuimos un poco mayores y podíamos leer y quizá comprender, lo que él contenía. Como cualquier cosa prohibida, el libro parecia llamarnos cada vez que jugabamos en los largos días de invierno, en la biblioteca de la casa de mi abuela. 
A veces, cuando la abuela se sentía mejor y tenia ganas de conversar, le preguntabamos que contenia aquél libro, que entre algunos miles que contenía la biblioteca familiar, era el único prohibido. 
Ella si bien se relacionaba muy bien con todos nosotros, nunca nos dijo más que: cuando llegue el momento cada uno de ustedes, uno a uno podrá leerlo, asi fue desde que existe en esta casa y de eso hace ya mucho tiempo, ya que yo le hacia las mismas preguntas sobre el libro a mi abuela. 
Nosotros callábamos para pensar, como lograr que la abuela ya bastante vieja y achacosa nos contara algo sobre él sin quizá darse cuenta, sin embargo nunca conseguimos ninguna información.
Fuimos creciendo en el seno de una familia bastante unida, quizá porque solamente nos unía la casa de la abuela, y los veranos que pasábamos juntos o a veces alternadamente en ella.
Pero un día la abuela ya no estuvo mas en este mundo, y sus hijos, nuestros padres no sabían muy bien que hacer con aquella vieja casona que si bien, tenia el tesoro de los recuerdos familiares, era un elefante blanco, que costaba mucho en conservación y mantenimiento. Es así como no llegue a ser tan mayor como para leer el libro, cuando se empezó a embalar los enseres que se querían conservar, a desechar los que ya no tenían buen uso, ni ser considerados como antigüedad, para finalmente vender la casa. 
Los hermanos habían acordado comprar una casa mas pequeña, para mantener unida a la familia en los veranos y conservar tantos recuerdos acopiados, como una especie de museo familiar, donde por lo menos por un tiempo podrían mantenerse unidos: primos, hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas y un largo etcetera y conservar o por lo menos intentarlo, sus tradiciones.
Sin embargo a pesar de mis pocos años, yo sabia o por lo menos intuía, que al faltar la abuela, cada quien que visitara la casa se iría quedando con lo que mas le apeteciera, pidiendo o no consentimiento al resto de la familia. 
Quizá por ese convencimiento de tener siempre la razón, que la mayoría tenemos en la adolescencia, decidí en un descuido de mis tíos, guardar el libro en mi equipaje sin decirle nada a nadie, absolutamente a nadie.
El problema que se me presentó, aún cuando nadie se dió cuenta en ese momento, es que yo era una de las mas pequeñas y como la consigna era darnos a conocer los contenidos al cumplir ventiun años, eran varios los primos que cumplirían esa edad antes que yo y notarian la falta, con el consecuente escándalo.
No sabía muy bien que hacer, acariciaba las viejas y ajadas tapas del libro cada noche, aunque nunca y eso lo prometo, nunca me anime a abrirlo y leer algo de su contenido. 
Una cosa era protegerlo de algún expolio y otra saltar las reglas de la familia, desde algún lado mi abuela, seguramente se arreglaría para regañarme o castigarme.
El sueño me vencía por lo que guarde el libro en su escondite y trate de sacar de mi cabeza las cavilaciones y descansar. Algo se me ocurriría. 
Cuando la obscuridad cubrió el cuarto, cerré los ojos, entregándome sin reservas al sueño.
No sabia bien cuantas horas habían pasado cuando, un reflejo de luz, me cayó exactamente en los párpados despertándome......................... ohhhh!!!!  ¿ que es eso? ............. 

Alicia

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