sábado, 5 de mayo de 2012

Dèjá vu








La sacerdotisa se arrimo al fuego que ardía en el centro de la cueva, en su brazos un rechoncho y rosado niño que aún no llegaría al año dormía plácidamente.
Rosado para ella, durmiendo para ella, todos los demás sabían que el niño había muerto hacia algunas horas. y que solamente era un bulto gris.  
Ella no, lo sabia, pero no podía resignarse, los dioses no  aceptaban obsequios sin vida, debía revivirlo para luego, poder ofrecer su vida por el bienestar del año que empezaba. 
La emperatriz mayestática, la observaba desde su trono sin mover un solo musculo de la cara, ella lo veía como era, un niño muerto, gris, que nunca reviviría o por lo menos ella, a pesar de ser su hijo, no quería que volviera a vivir, solo para volver a morir, solo para sufrir.

Difícil elección, porque aunque tenia mas rango y estirpe que la sacerdotisa, en estas cosas solo era ella, la que decidía.  
El resto de los que se apiñaban para ver la resurrección y pronto sacrificio, parecían mirar indiferentes ese cuadro que se desarrollaba ante sus ojos, sin embargo había quien ejercía una verdadera indiferencia y quien sintiéndose madre/padre en recuerdos o proyectos, musitaba la oración a los dioses para dejar a los muertos en su lugar, ese niño no debía volver a vivir, o por lo menos no para morir prontamente.
La emperatriz hizo una mueca parecida a un gesto de sorpresa de repente una sensación de dèjá vu la invadió sintiendo que esta situación ya la había vivido ¿pero cuando? era su primogénito, nunca antes había tenido hijos, pero esa sensación poco a poco la envolvía y lo que es peor le decía que el niño viviría para volver a morir. Oh! no, pensaba sin hablar, no debería vivir para perder su vida en una ofrenda. Y elevo a los dioses una misteriosa oración que solo ella conocía. Su madre también fue sacerdotisa y aunque estaba prohibido pasar las enseñanzas a quien no iba a tener el cargo y poder, le había enseñado algunas cosas. En realidad ella era emperatriz por su padre, de lo contrario le hubiera correspondido ser sacerdotisa. Aún así sabia que nunca lo hubiera sido, ella no podría sacrificar vidas humanas aunque el cielo los inundara a diario y el fuego de los volcanes los quemara con su lava ardiente. Ella no. Ella solo había tenido ese hijo, porque lo exigía su rango, pero aún así, lo quiso desde el primer momento en que lo tuvo en su vientre. ¿Que quien era el padre?, nunca lo supo, en realidad los caballeros dispuestos eran muchos, pero ella no quería varón aún e invoco a los dioses que le enviaran un vástago y éste llego. ¿Porque murió? ¿quizá por que no hubo intervención  masculina? no lo sabia, pero no despegaba los ojos de la sacerdotisa que sonreía al niño como si la pudiera ver y de su niño ceniciento por la muerte que lo poseía.
Un leve pestañeo del niño erizó hasta el ultimo cabello de la emperatriz que una y otra vez seguía musitando  a sus dioses que el niño no volviera a la vida, sin embargo otro pestañeo, el movimiento de un piececito, luego las manitas agitando el aire le dijeron que la sacerdotisa había sido mas fuerte que ella y lo había revivido. Porque cruel destino debía el niño morir?
No lo entendía, aunque sabia que muchas veces los dioses usaban diferentes maneras de expresar su voluntad. La mirada de la sacerdotisa se dirigió a ella como pidiendo la anuencia para hacer la ofrenda y por lo tanto derramar la sangre del niño que poco a poco recuperaba el color volviéndose ahora si, muy sonrosado. 
La emperatriz mantuvo su ojos bajos esperando un milagro sin permitir que la sacerdotisa pidiera su permiso, de repente el viento se abalanzo a  la cueva amenazando con apagar el fuego e interrumpir la ofrenda, luego fue la lluvia que movida por el viento regaba el fuego haciéndolo vacilar cada ves más. Pero lo definitivo fue un rayo, un rayo de luz que inundo a todos y que elevo con su energía al niño hasta su altura, lo hizo virar y sonreír a los presentes y se lo llevo ante la sorpresa que los embargaba. 
La única que mantuvo la compostura fue su madre, la emperatriz, ella en ese momento supo, que los dioses la habían escuchado, sin sacrificios humanos y que ahora, el niño pertenecía por siempre al mundo de la luz. 

Alicia

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